top of page

Crónicas de una trabajadora: Línea 144

  • Foto del escritor: Revolución Redactada
    Revolución Redactada
  • 24 abr 2020
  • 4 Min. de lectura


Juana está sentada en su oficina hace horas, con el teléfono conectado, mientras una mujer habla al otro lado de la línea. La violentaron físicamente y ya solicitó un móvil policial. Llamó a la línea porque el móvil no llega: están todos afectados por la pandemia. Juana le pide que se ponga a resguardo y presiona para que el móvil aparezca. El tiempo que está la mujer en espera del otro lado se incrementa porque las operadoras escasean en tiempos de coronavirus. Juana respira hondo. Al agotamiento mental se le suma el hacinamiento de las oficinas y los llamados interminables. Sus compañeras se encuentran en la misma situación: móviles que no llegan, denuncias que no se toman, juzgados que no cumplen. Casi que se puede palpar la ansiedad en el aire.


La función de la Línea 144 es la de asistir a mujeres por cualquier tipo de discriminación y violencia de género según la ley 26.485. Desde que comenzó la cuarentena obligatoria nacional por el COVID-19, los llamados aumentaron un 60 por ciento en la Provincia de Buenos Aires. En el contexto de una pandemia mundial, las condiciones laborales de las trabajadoras parecen haber empeorado.

 

Juana trabaja en la línea hace 4 años como operadora. Actualmente, trabaja en uno de los tres turnos de 8 horas –hoy reducidos a 6 por la pandemia– que se dan a la mañana, la noche y la madrugada. “Es una tarea intensa y comprometedora, no se puede ver de otra manera”, dice Silvia Noguera, operadora de la línea desde hace 10 años.


“Normalmente nos sentamos y esperamos sabiendo que capaz esa sea la única posibilidad que tenga la mujer que nos llama de buscar ayuda”. Últimamente, las horas de trabajo se volvieron más densas que antes. “Es una situación bastante angustiante”, comenta Juana con cansancio y lentitud en su voz, como si la capacidad de entablar una conversación se hubiese perdido entre los llamados. 


A Juana la pasa a buscar por su casa uno de los dos autos que manda el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad para llevarlas al trabajo. Desde que empezó la cuarentena, con sus compañeras reclamaron un medio de transporte alternativo para no exponerse al contagio en el público. Aún así, el auto no parece brindar solución: cada turno se compone de 30 operadoras, de las que 18 se encuentran hoy en licencia. Es decir, 12 personas tienen que entrar en 2 autos. “Viajamos amontonadas entre nosotras… lo mismo que nos dicen que no tenemos que hacer”.


Juana llega al trabajo a las 7 de la mañana. Se sienta en uno de los pequeños cubículos estilo callcenter con apenas espacio para una silla, una computadora y un teléfono. Están pegados entre sí: 4 de un lado del pasillo, 4 del otro. La espalda de Juana choca con la de la compañera de atrás cada vez que una de las dos sale del box. Aunque sean menos en la oficina, el amontonamiento se nota. “Estamos hacinadas en un ambiente que no es propicio para estas condiciones”, cuenta.


Hace unas semanas, solo había una trabajadora de limpieza que se ocupaba de todos los turnos de todas las guardias, convirtiendo en una tarea imposible mantener las condiciones de higiene que requiere la pandemia. Al ingresar a los baños del edificio, los problemas se comienzan a acumular. La mitad se encuentran clausurados, y cuando se puede ingresar, los recursos escasean: en el techo, las luces están rotas; en cada cubículo, las cadenas están rotas y no hay papel higiénico; en el lavamanos, no hay jabón. “Nos daban alcohol en gel vencido hace más de cinco meses pero nos decían que hasta seis meses vencido servía”, reclama Juana. 


La precariedad del ambiente se observa también en lo laboral. Las llamadas aumentan y el Ministerio toma medidas que no ayudan a las trabajadoras, como el aumento de tres vías de contacto, una de ellas por whatsapp. Cuando Juana y Silvia se sientan frente a la pantalla, con los dedos posados en el teclado para responder con la mayor velocidad, surgen conversaciones extrañas y confusas, donde no se puede distinguir si hablan con un agresor o con una víctima. Para Juana, la experiencia lo prueba: en su última conversación, pasó de hablar con una mujer a conversar con su agresor en solo unos segundos. 


Mientras tanto, Verónica Misseri trabaja desde su hogar. Delegada de la línea 144, se especializa en la atención por violencia de género desde 2007. Toma su teléfono y trata de llamar a su equipo para articular una manera de solucionar las diversas crisis. Los llamados son lentos, engorrosos y diferidos, imposibilitando la organización colectiva. Al final del día, alrededor de las 9 de la noche, deja el teléfono con un suspiro. “A mi personalmente la cuarentena me está sacando de quicio”, dice en un suspiro. Las jornadas son largas y exhaustivas, de mucho diálogo con las operadoras que del otro lado intentan lidiar con una situación insostenible. Las compañeras son cada vez menos y el gobierno no da solución: “Nos dijeron que la línea se iba a reforzar con el ingreso de 17 compañeras… pero hay que capacitarlas a todas en atención telefónica”.


En las oficinas, la comunicación no es próspera al organizar interinstitucionalmente con la policía o la justicia, donde se vuelve difícil articular los pedidos de asistencia de un móvil policial y reclamar la obtención de medidas legales a la hora de denunciar en fiscalías para que las mujeres no deban esperar horas y exponerse al contagio.

“El nivel de frustración y angustia de no poder asistir es enorme”, cuenta Juana con impotencia en su voz. “Siento más tristeza que nunca… esta semana cada día que atendimos se produjo un femicidio”, explica Silvia.


Aún así, en medio de la angustia que se presenta entre los llamados, se unen para seguir reclamando por mejores condiciones de trabajo y poder brindar una ayuda mayor a las mujeres que hoy son víctimas de la violencia doméstica. “El trabajo en equipo hace que la tarea sea mucho más llevadera y que podamos afrontar esta doble cara de los trabajos de riesgo”, explica Juana. Silvia comenta: “Lo que hace toda la diferencia es el estar con las compañeras”.


Hace unos días, se anunció la extensión de la cuarentena por los próximos quince días. En la oficina, esto significa que el sonido de los teléfonos aumenta todavía más, volviendo otra vez a palpar la desesperación en el aire ante un Estado ausente.

Entradas recientes

Ver todo

Comments


© 2020 por REVOLUCIÓN REDACTADA. Creado con Wix.com

  • Instagram - Negro Círculo
  • b-facebook
  • Twitter Round
bottom of page