Hayley Stevenson: "Los criaderos industriales son responsables de los problemas sanitarios"
- Revolución Redactada
- 13 nov 2020
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La especialista en política ambiental y profesora de la Universidad Torcuato Di Tella analizó el acuerdo porcino con China y sus consecuencias políticas y ambientales.

25 megafactorías de cerdos. Ese es el acuerdo de producción porcina masiva que se encuentra en negociación desde principios de año entre el gobierno argentino y China. El motivo del acercamiento es un reciente brote en la producción de cerdos en el país asiático: la peste africana porcina, una enfermedad hemorrágica que es inofensiva para los seres humanos, pero que ya mató a millones de cerdos.
En abril, se difundieron videos de las técnicas utilizadas para parar la peste, que consistían en sacrificar y quemar a millones de cerdos vivos. Para julio de 2019, anunciaban que el brote estaba controlado, pero en octubre se identificó un rebrote.
¿Qué significa esto para Argentina? El traslado de un modo de producción que planea duplicar la producción porcina actual en el país y llegar a 700 mil toneladas anuales. Aún así, los números no son necesariamente confiables. Para julio, Cancillería publicó un comunicado donde anunciaba la producción de 9 millones de toneladas, pero solo unos días después, y con un fuerte revuelo en internet por parte de ambientalistas, lo modificaron a 900 mil.
Más allá de estos números, una mayor producción no solo aumentaría la cantidad de cerdos, sino también la producción de soja, maíz, agua y la expansión de los suelos. Por estos motivos es que, a lo largo del año, ocurrieron protestas en la Ciudad de Buenos Aires por parte de organizaciones ambientalistas, jóvenes y partidos de izquierda contra el negocio. La más llamativa hasta ahora ocurrió el 9 de noviembre, donde se realizó un recorrido desde Plaza de Mayo hasta el Obelisco.

Marcha por el Día del Veganismo que se celebra el 1 de noviembre | Foto: Luchi Cerna
Según Jóvenes por el Clima Argentina, esta producción generaría “contaminación de napas producto de los desechos, un gran consumo de agua de cada mega granja (1,5 millones de litros por día) en zonas caracterizadas por las sequías y malos olores que afectan a las poblaciones cercanas”. Esto, además, aumentaría los niveles de deforestación.
Sin embargo, el gobierno y la clase política consideran al acuerdo como una oportunidad, ya que representa una fuerte inversión en dólares –$3.796.423.000 en cuatro años– y la creación de miles de nuevos empleos en un contexto de crisis económica.
Actualmente, más allá de las protestas de parte de jóvenes, ambientalistas y hasta famosos, una provincia ya firmó este acuerdo. De la mano del gobernador Jorge Capitanich, Chaco accedió a un convenio con la empresa chino-argentina Feng Tian Food para la construcción de tres complejos porcinos para la exportación.
“[La inversión] capta tanto la atención, es tan atractiva y tiene tanta importancia, que la parte socioambiental queda marginalizada”, dijo Hayley Stevenson, especialista en política ambiental. La profesora en Relaciones Internacionales y directora de posgrado en la Universidad Torcuato Di Tella, analizó las consecuencias nacionales e internacionales del acuerdo porcino.
–¿Vos pensás que establecer este acuerdo traería alguna mejora en nuestra relación política con China?
–Sí, seguramente. China está convocando nuevos socios para seguir abasteciendo su demanda doméstica, y ahora que tuvo problemas con la producción, eso ha impulsado este acuerdo en particular. Es un beneficio porque atrae nuevas inversiones, que es la parte más importante desde la perspectiva política del gobierno. Capta tanto la atención, es tan atractiva y tiene tanta importancia que la parte socioambiental queda marginalizada.
–Aún así, hubo varias protestas contra este acuerdo, ¿crees que todos concuerdan con esta visión de “beneficio económico”?
–Me parece interesante pensar en el momento en el cual cerraron este acuerdo. Justo este año, en el cual muchas personas están reflexionando sobre el modelo de desarrollo. Está siendo muy discutido el hecho de que no podemos seguir viviendo así y que nos tenemos que repensar.

Manifestación del 9 de noviembre contra el acuerdo porcino | Foto: Luchi Cerna.
–Entonces, ¿esta postura ambientalista es una novedad?
–Desde que empezó la cuarentena sí. Hasta se habla entre personas que antes no estaban tan involucradas en este tipo de debates democráticos. Hay una nueva conciencia de la interconexión entre temas sanitarios y ambientales que antes no. Si hubieran cerrado este acuerdo el año pasado, quizás la reacción pública habría sido muy diferente.
–La política no piensa igual…
–Hay una inercia democrática y política para que este debate [ambiental] influya en la toma de decisiones. Muchas de las críticas sobre el acuerdo con China no son sólo por la producción de cerdos, sino que también son sobre pensar si seguir en esta dirección realmente nos sirve como sociedad, si estos son los empleos que queremos y si es el tipo de inversión que realmente ayuda al país a avanzar.
–¿Y por qué no querríamos estos empleos y estas inversiones?
–Porque ya sabemos de los riesgos de este modelo de producción industrial. Sabemos que los criaderos industriales son los responsables de problemas sanitarios, en los porcinos y también en otros animales. Además, China tuvo que matar miles y miles de cerdos debido al brote de peste porcina africana. Entonces, es un riesgo económico también.
–¿Por qué crees que se falla en concientizar sobre estos problemas ambientales?
–Porque muchas veces las personas que sufren los costos están lejos de las personas que se ven beneficiadas. Entonces, en China van a exportar esos cerdos para abastecer una demanda de consumidores, y estos consumidores están lejos de los problemas que producen. En este país no han desarrollado esta conciencia de cómo su consumo afecta a otros países.
Sabemos que [los criaderos industriales] son los responsables de problemas sanitarios, en los porcinos y también en otros animales. Es un riesgo económico también.
–¿Y cómo se modifica esto?
–Hemos visto campañas por ONGs ambientales para lograr conciencia sobre problemas que ocurren en lugares lejanos, pero que son provocados por nuestro consumo. Y tuvieron un buen nivel de éxito.
–¿Cómo cuáles?
–La campaña contra la deforestación en Brasil impulsada por Greenpeace. Lograron convencer a los consumidores europeos de que cuando compran una hamburguesa en McDonalds o unas zapatillas en Nike, estos productos indirectamente están impulsando la deforestación. Si este tipo de campaña fuera efectiva en China, sería algo para estudiar y repensar en términos de cambios geopolíticos.

Central térmica de Tuoketuo, una de las más grandes del mundo.
Más allá de estas fuertes problemáticas respecto a la producción, China logró una transición importante en su economía en las últimas décadas. Desde los 2000, el país comenzó un traspaso hacia una economía verde impulsada por las energías limpias y el desarrollo sustentable.
Además, en septiembre, el presidente Xi Jinping declaró en la Asamblea General de las Naciones Unidas que planeaba aumentar su principio de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas, lograr un pico de emisiones de dióxido de carbono antes de 2030 y lograr la neutralidad de carbono antes de 2060. Aún así, el carbón sigue siendo el motor de su economía, y este país sigue siendo el mayor emisor de dióxido de carbono del mundo.
–China tomó una postura orientada hacia una economía verde y el desarrollo sustentable. A la vez, nos encontramos con este tipo de acuerdos que no son amigables con el ambiente, ¿crees que el desarrollo ecológico ocurre porque hay una exportación de la producción contaminante a otros países en vías de desarrollo?
–Sí, claro. Quieren tener un estado verde, pero no quieren renunciar a esto. No vemos un nivel de disposición política para sacrificar ciertas cosas o cuestionar por qué el consumo de carne tiene que aumentar tanto, o si realmente tenemos que consumir tanta proteína animal. Se piensa en satisfacer la demanda en vez de cuestionar si tanta demanda es necesaria.
–¿A quién crees que beneficia este acuerdo?
–No sé, pero pensando en el tipo de infraestructura, que es de criaderos industriales, que pueden tener miles de cerdos a la vez, eso no es el tipo de granja del campesino. No, son empresas grandes. Y hay que ver la calidad de estos trabajos.
–¿En qué sentido?
–En Norteamérica tratan mal a los animales y a los empleados. El sector porcino dice que Argentina es uno de los mejores países para ese tipo de inversión porque tenemos regulaciones estrictas... una cosa es tener las regulaciones y otra cosa es aplicarlas, algo que vemos que en muchos casos no ocurre.
–Y a esto se suman los conflictos que trae para el medio ambiente…
–Si van a aumentar diez veces, cien veces la cantidad de cerdos, eso requerirá más soja y más maíz. Sabemos que es un impulsor del desmonte del bosque nativo que queda y ya es un desafío enorme en Argentina protegerlo y a las comunidades que viven en él.
Se piensa en satisfacer la demanda en vez de cuestionar si tanta demanda es necesaria.
–¿Los incendios forestales se relacionan con esto?
–[La ganadería] es uno de los impulsores más importantes para quemar y "limpiar" la tierra para sembrar y lograr otros usos productivos. Como va aumentando la presión para producir más soja para alimentar a los animales, el tema de los incendios será cada vez más problemático los años que vienen. Y a esto se suman los problemas sanitarios.

Incendio forestal en la Provincia de Córdoba, una de las 14 afectadas a lo largo del 2020. Los focos de calor ya llegaron a los valores más altos presentados desde 2008 | Foto: Incendios Córdoba en Instagram
–¿Qué problemas sanitarios?
–Cuando tienen animales en estos espacios tan pequeños, se suelen utilizar antibióticos para mantener o limitar la difusión de enfermedades, pero esto no es una garantía de que no aparezcan. De vez en cuando, vemos que se difunden enfermedades entre los animales, y los cerdos tienen una particular compatibilidad con el ser humano para transmitir.
–¿Qué otros problemas se presentarían?
–El agua. Un poco depende de dónde van a colocar esos criaderos y de si hay regulaciones para el tratamiento de agua antes de liberarla al medio ambiente. Es una preocupación sanitaria y ambiental para las comunidades que viven alrededor. Hay que ver si hay incentivos para rebajar un poco estas regulaciones y no molestar a los inversores chinos, que están invirtiendo millones de dólares.
Como va aumentando la presión para producir más soja para alimentar a los animales, el tema de los incendios será cada vez más problemático los años que vienen.
–Cancillería publicó un comunicado donde decía que se buscaba incorporar las leyes de protección ambiental en el acuerdo. En base a la experiencia que tiene Argentina con las producciones de grandes industrias como ocurrió, por ejemplo, con la soja de Monsanto en el 96, ¿sentís que si se incorporan estas leyes se van a aplicar?
–Es una cuestión de contenido. De si el contenido es fuerte y si uno es castigado ante el incumplimiento. Dicen que no hay de qué preocuparse, pero tenemos la experiencia pasada con varios temas. La aplicación siempre es mucho más débil. La distancia entre la retórica y la práctica es tremenda, y no solamente en Argentina, sino en todos los países.
–¿Pensás que el cumplimiento va a depender de cuánta presión se ejerza desde China, que es una potencia bastante poderosa?
–China no va a obligar al cumplimiento con criterios socioambientales. Muchas de sus inversiones desde el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, imita muchas de las normas socioambientales del Banco Mundial, pero siempre de forma más débil. Por eso se destaca el rol de la sociedad argentina para monitorear este tema. La presión no va a venir desde afuera, tiene que venir desde adentro.
–¿Puede existir un modelo productivo alternativo a esto, donde no se necesite una producción porcina masiva y que, aún así, Argentina pueda obtener ganancias?
–Sí, es posible. Hay muchas prácticas de escala más pequeña que buscan la diversidad, trabajar con el medio ambiente y no en su contra. Busca satisfacer una demanda más local, por lo que es más intensivo en el trabajo. A la vez, tiene menos dependencia del petróleo, de los fertilizantes sintéticos. La pregunta es de si realmente necesitamos seguir produciendo cada vez más.
–¿Y lo necesitamos?
–La población sigue creciendo, pero hay muchos desechos alimentarios. Hay una mala distribución [de la comida] y muchas personas tienen más alimento del que necesitan. Hay que cuestionar la distribución y la demanda para pensar un modelo de desarrollo más humano y en armonía con el medio ambiente. Y vemos pequeñas experimentaciones en el mundo.
–¿Cómo cuáles?
–Cuba es lo más cercano. Estaba obligado, después de la Guerra Fría y el colapso de la Unión Soviética, a experimentar e innovar en la agricultura orgánica, porque ya no tenían acceso a los subsidios de la Unión. Entonces sí, hay otros modos de agricultura que no fortalecen la agricultura industrial, que es una fuente de riesgo de pandemias.
Hay una mala distribución [de la comida] y muchas personas tienen más alimento del que necesitan.
–¿Crees que Argentina necesitaría el apoyo de países desarrollados para lograr un modelo sostenible?
–Sí, muchos de los acuerdos de comercio benefician a los países del Norte global a costo del Sur. Creo que si prestaran algo de ayuda, sería mejor. En el Sur global es una cuestión de pensar en qué modelos de producción ayudan y benefician acá en vez de depender tanto de la exportación de recursos naturales. Pero esto es un debate enorme.
–Entonces, ¿necesitamos generar un sistema que nos brinde más autonomía económica del norte?
–Sí. Hoy en día el Sur global está desarrollando al Norte.
–¿Y el acuerdo con China entraría en esa categoría?
–Es interesante porque algunos podrían decir que esto es parte de la alternativa y de la colaboración sur-sur, pero hay una asimetría importante. No es como Chile y Argentina colaborando. China tiene un poder económico para invertir. La cooperación sur-sur no está libre de las asimetrías de poder.
Cuántas cosas tenemos que aprender!!! Es muy necesario difundir estos conocimientos para darnos cuenta que caminamos hacia el abismo creyendo que caminamos hacia la salvación. Es verdad que es necesario crear fuentes de trabajo para que los humanos puedan desarrollar sus vidas pero no lo lograremos si para conseguirlo dañamos el lugar que habitan, la tierra. Incendiamos sus campos,los esterilizamos para que sólo crezca la soja para alimentar el ganado en muchedumbre, o sea viviendo en condiciones opuestas a lo que la naturaleza marca.....Y estamos hablando de solamente un aspecto.... Ni hablar de las cantidades de agua requeridas para todo este proceso....En fin, habiendo tanto dinero en juego, tanta posibilidad de trabajo para muchas personas, y tantos intereses políticos vemos…