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"Sin un aumento de ambición y reducción en las emisiones, el compromiso necesario es cada vez mayor"

  • Foto del escritor: Revolución Redactada
    Revolución Redactada
  • 3 nov 2020
  • 8 Min. de lectura

Christopher Kiessling, especialista en política internacional sobre cambio climático, analiza el panorama nacional e internacional para Estados a partir de las elecciones presidenciales.


Este martes 3 de noviembre inician las elecciones presidenciales en Estados Unidos entre el candidato republicano y actual presidente Donald Trump, y el demócrata y ex vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden. Uno de los planos recientemente incorporados a la discusión es la lucha contra el cambio climático.


Repasando la historia de debates presidenciales, esta temática nunca había sido mencionada hasta los recientes encuentros entre Trump y Biden. Fue la primera vez que se realizaron preguntas respecto a la aplicación de políticas de cambio climático, algo que fue ignorado por más de 20 años y que, en 2016, no tuvo ninguna participación. Aún así, hubo fuertes cuestionamientos respecto al nivel de responsabilidad y seriedad con la que se trató la temática.


La campaña de Biden generó una gran confusión. El candidato sostuvo que el Green New Deal –un acuerdo que busca descarbonizar la economía estadounidense en 10 años y orientarla hacia las energías limpias– sería su prioridad. Más tarde lo negó, para después volver a sostenerlo y defenderlo en el último debate presidencial. También inició su campaña prometiendo terminar con el fracking –método de extracción de gas o petróleo del suelo que genera fugas de metano, un gas 85 veces más contaminante que el carbono–, para después decir frente al presidente que “nunca había dicho eso”.


Esto se acompaña de cuatro años de administración republicana donde las políticas de cambio climático perdieron todo tipo de fuerza y legitimidad. La reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero dejaron de ser una prioridad, la dependencia a los combustibles fósiles aumentó y el país dejó de formar parte del Acuerdo de París, este último siendo fundamental para la cooperación internacional.


Christopher Kiessling es especialista en política internacional sobre cambio climático, habiendo escrito varios trabajos sobre las negociaciones de la Conferencia Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Es docente e investigador en Universidad Católica de Córdoba y en la Universidad Blas Pascal, y es becario posdoctoral del CONICET. En este artículo, analiza el panorama internacional y nacional que espera a los Estados Unidos a partir de las elecciones de este martes.


Panorama internacional


Una de las decisiones más polémicas del presidente Donald Trump respecto al cambio climático fue el retiro del Acuerdo de París. Este acuerdo se desarrolla bajo la Conferencia Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y es fundamental para lograr la colaboración entre los distintos estados. Sus objetivos se condensan en la reducción de Gases de Efecto Invernadero para mantener la temperatura global debajo de un aumento de 2ºC, cambio que podría generar consecuencias irreversibles en términos ambientales.


Para cumplir estos objetivos, los países integrantes establecen metas globales y nacionales a través de un principio llamado Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas, que requiere de su compromiso tanto en políticas internas como externas. Sin Estados Unidos, es posible que las metas desarrolladas en el acuerdo no puedan cumplirse.


–¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo de la escasa política ambiental que se desarrolló bajo la administración de Trump?


A nivel internacional, si esta política continúa, será imposible que se cumplan las metas del Acuerdo de París. Es una meta global que requiere el esfuerzo de todos los países, y que Estados Unidos se haya retirado y no acepte las normas básicas que rigen la gobernanza climático global, dificulta mucho su cumplimiento. Por otro lado, que uno de los principales emisores a nivel mundial tenga un nivel de compromiso climático bajo, de algún modo puede generar un efecto contagio en otros países.


–¿En qué sentido?


–Si Estados Unidos, que es el segundo mayor contaminante, no está comprometido, ¿por qué India, Brasil y Sudáfrica deberían comprometerse cuando son emisores menores? Si los principales líderes no tienen compromiso, este puede generar que otras potencias secundarias reduzcan su ambición.


Protesta contra las decisiones climáticas de Donald Trump que se llevó a cabo en Londres | Foto: Getty Images


Desde que Estados Unidos se retiró del Acuerdo de París, China comenzó a ganar un rol cada vez más importante como líder de las negociaciones. Recientemente, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Xi Jinping declaró en su discurso que planeaba aumentar su principio de Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas –más conocidas como Common But Differentiated Responsibilities (CBDR)–, lograr un pico de emisiones de dióxido de carbono antes de 2030 y lograr la neutralidad de carbono antes de 2060.


–¿La ausencia de Estados Unidos seguirá aumentando el liderazgo chino?


–La reticencia de Estados Unidos genera una mayor oportunidad para China de ejercer una diplomacia que lo haga visible frente al resto del mundo como el único líder en la temática. La cooperación internacional comienza a girar y acercarse a China, pero también hay que tener en cuenta el rol que tiene Europa en ese marco.


–¿Y cuál es ese rol?


–Europa participó de los diferentes acuerdos desde 1992, incluyendo el Acuerdo de París. Ha tenido un rol muy importante de liderazgo. Es el líder de las ideas, aquel que siempre plantea la necesidad de aumentar la ambición. Si Estados Unidos continúa con cierta reticencia, esto implicaría un aumento de la cooperación entre Europa y China.


–En el caso de una mayor cooperación, ¿podría esto generar una mayor presión frente a otros países para comprometerse y así reducir el efecto contagio de Estados Unidos?


Podría, pero no puede asegurarse su éxito. Si uno mira las emisiones totales [de dióxido de carbono], China es el mayor emisor. Pero en términos per cápita, Estados Unidos lo supera. El efecto de uno de los grandes retirándose probablemente sea mucho mayor que el efecto que pueda generar la acción positiva. Eso se ve en el caso de Europa. Europa acompañó, generó e impulsó la agenda, pero no fue suficiente como para sostener un grado alto de ambición. Esto, de algún modo, eso deslegitima la propia negociación.


–¿Crees que una reincorporación de Estados Unidos al Acuerdo de París podría generar una mayor cooperación?


–Ahí hay un tema entre los compromisos que los estados presentan y cuál es la ambición necesaria. Si los Estados Unidos se reincorporan, podría darse un momentum que impulse la cooperación. Sería una situación de optimismo y oportunidad, pero sería el primer empujón. Luego tiene que haber un aumento de ambición en las metas para eliminar la brecha entre el compromiso [o promesas] de los países y la meta global general.


–Ahí se requeriría una mayor presión y consenso…


–Aunque Estados Unidos tuviese una política climática ambiciosa, tendríamos que ver cómo se resuelve, porque no hay un consenso entre Estados Unidos, China y la Unión Europea sobre cuáles son las medidas adecuadas para alcanzar esas metas. Es una discusión que es técnica, pero también política. Se relaciona con temas de justicia: quién se hace cargo, quién paga los costos de estas medidas, cómo se distribuyen en el nivel global pero también al interior de los estados.


–¿Se ejercería una mayor presión de las potencias para que Estados Unidos se responsabilice por sus años de ausencia?


–Sí. Hay un principio que rige las negociaciones climáticas desde 1992 que se llama Principio de las Responsabilidades Comunes pero Diferenciadas. ¿Qué significa? Que todos somos responsables del problema, pero no de la misma manera. Bajo ese principio se generó históricamente una división muy tajante entre países desarrollados, los que tenían objetivos y reducir emisiones, y países en vías de desarrollo, que eran países que no tenían una meta fija. Se logró un acuerdo que incluye a grandes emisores en vías de desarrollo como China, India y Brasil.


–Pero las responsabilidades no son las mismas...


–No es lo mismo la situación de Estados Unidos que la de Argentina. Bajo ese principio hay presiones sobre Estados Unidos de que las metas que adopte sean más ambiciosas.


No hay un consenso entre Estados Unidos, China y la Unión Europea sobre cuáles son las medidas adecuadas para alcanzar las metas [del Acuerdo de París].

Panorama nacional



Durante abril del año 2017, una movilización masiva del People’s Climate Change Movement fue desde el Capitolio hasta la Casa Blanca | Foto: Time


Desde la llegada de Donald Trump a la presidencia, las políticas a favor de la lucha contra el cambio climático se han reducido. La cantidad de presupuesto destinado a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) se ha reducido. Según el medio Vox, “Trump ha bloqueado, debilitado o revocado 100 regulaciones ambientales, de salud pública y de seguridad de los trabajadores”.


En el último debate presidencial, el republicano manifestó abiertamente que su objetivo era seguir dedicándose a la industria de combustibles fósiles, ya que la consideraba una forma de crecimiento económico y una generadora de empleos. Mientras tanto, según Carbon Tracker, esta industria se encuentra en un “declive terminal” y cada vez implica un mayor un riesgo invertir en ella.


–¿Crees que Estados Unidos podría sufrir un estancamiento económico si Trump es reelegido y continúa incentivando la industria de combustibles fósiles?


Todo depende de cuán rápido avance la descarbonización de la economía mundial. Si Estados Unidos continua en términos nacionales en ese sentido, pero el nivel de ambición de otros países aumenta, Estados Unidos puede quedar excluido de ese proceso.


–¿Sería posible esto?


–Es un escenario bastante optimista. En caso de que no haya una mayor ambición y la economía mundial continúa estando sumamente carbonizada, Estados Unidos no se vería tan perjudicado económicamente. Pero también hay que tener en cuenta lo que sucede al interior de Estados Unidos, a nivel subnacional y municipal.


–¿Por qué?


Hay muchos estados dentro del país que han sostenido cierto nivel de compromiso para mantener la meta del Acuerdo de París. Estos estados pueden intentar compensar parcialmente la falta de acción del gobierno nacional. Y eso puede ocurrir en un triunfo de Trump, donde los estados especialmente demócratas adopten una agenda más ambiciosa.


–¿Sería distinto con una victoria de Joe Biden?


–En términos simbólicos, sí. Estados Unidos volvería a integrarse al Acuerdo de París, pero siempre hay que tener en cuenta que la política climática no es exclusiva del presidente. Él marca la agenda, pero debe contar con el apoyo del Congreso e incluso del Poder Judicial si alguna medida se judicializa. Hay que recordar a Obama: en 2010 planteó un intento de ley de cambio climático que fue rechazada por el Senado que, en su momento, tenía mayoría republicana.


–Entonces si Biden es electo, pero los republicanos tienen mayoría en el Senado…


–Puede que existan algunas dificultades a la hora de alcanzar esos consensos. Más todavía en un contexto donde Estados Unidos tiene un nivel de polarización tan amplio.


Hay muchos estados dentro del país que han sostenido cierto nivel de compromiso para mantener la meta del Acuerdo de París.

–Esto también se vería sujeto a si Biden cumple con sus promesas respecto al cambio climático, especialmente luego de la confusión con su política de fracking…


–Eso refleja las propias tensiones al interior del Partido Demócrata. Uno tiene que reconocer que en el partido hay una variedad de posiciones y que Biden en este momento de campaña tiene que lograr equilibrar todas las voces para no perder apoyo. Luego en el momento de gobernar, en el caso que gane las elecciones, tendrá que resolver esa tensión y negociar también con el Senado, el Congreso y la Corte Suprema.


–¿Cuáles consideras que son las primeras medidas que debería tomar Estados Unidos a la hora de actuar contra el cambio climático?


–En primer lugar, una incorporación plena al Acuerdo de París para dar una señal a nivel internacional de que está interesado en participar de este proceso. En segundo lugar, debería actualizarse al nivel de ambición correspondiente a su responsabilidad como principal emisor histórico y segundo emisor a nivel mundial. Y luego debería avanzar con un desarrollo de planes sectoriales de energía pero también de transporte, agricultura y distintas áreas.


Biden en este momento de campaña tiene que lograr equilibrar todas las voces para no perder apoyo.

–Últimamente se publicaron una gran cantidad de artículos diciendo que una victoria de Trump podría “determinar el futuro de la supervivencia humana”, haciendo referencia a su falta de acción contra el cambio climático, ¿concordas con esta afirmación?


–No creo que sea tan drástico. Uno puede encontrarse con un escenario en el que gane Trump y que la acción climática a nivel federal se sostenga o se mantenga baja. Esta elección no va a resolver esto. Inclusive pensando en un escenario de mayor predisposición, esto no siempre depende solamente de lo que hacen los estados, sino también de cómo participan otros actores no estatales.


–¿O sea que la política presidencial pierde importancia?


–El gobierno federal imprime la agenda y tiene importancia a nivel simbólico. No es menor a la hora de generar una ventana de oportunidad, pero no se resuelve solamente con esto. Las negociaciones tienen casi 30 años y todavía no se ha alcanzado un resultado que sea prometedor. Hay un montón de dificultades que exceden exclusivamente el marco de esta elección. Por cada década que pasa sin un aumento de ambición y una reducción en las emisiones, el compromiso necesario para el futuro es cada vez mayor.


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