top of page

Ismael López Fauste, sobre la industria pornográfica: “Le estamos dando ingresos a las empresas más

  • Foto del escritor: Revolución Redactada
    Revolución Redactada
  • 10 abr 2020
  • 11 Min. de lectura

La historia del periodista que pasó de promotor a denunciante de la industria pornográfica de su país



La carrera periodística de Ismael López Fauste tiene una gran cantidad de matices. Sus escritos cambiaron a lo largo del tiempo, mutando según lo que la vida requería y creciendo desde escritor en una revista estudiantil a autor de un libro. Pero en el medio de este largo trayecto, hubo una transformación que dio un giro de 180 grados a su trabajo como periodista: Ismael pasó de ser un promotor de la industria pornográfica a ser su principal denunciante.


“¿De cuántos casos de agresión sexual que ocurrieran en la industria oyeron hablar? Probablemente, de pocos o ninguno. Eso quizás se deba, en parte, a la influencia del trabajo que gente como yo hemos hecho por la industria”. Esta es una de las frases iniciadoras de la charla TED que dio Ismael a fines del año pasado. La gran pregunta es: ¿Cómo pasó de ser redactor en una revista erótica a escribir su libro Escúpelo, donde denuncia la profunda violencia de la industria?


“Tengo 27 años pero en esto empecé con unos 21. Acababa de terminar la carrera de periodismo y estaba viviendo en el sur de España”, cuenta Ismael. En ese período, escribía para una revista universitaria que había creado con algunos de sus compañeros, principalmente realizando entrevistas. Así fue cómo surgió la primera oportunidad de ingresar a la industria. “De repente apareció una persona que se destacaba dentro de la industria pornográfica y que parecía ser muy inteligente e interesante. Decidimos entrevistarla porque atraía el interés de la gente joven”.


Desde ese momento, las oportunidades comenzaron a surgir: “Se publicó en la revista y el texto gustó muchísimo. Ahí me ofrecieron la posibilidad de trabajar en una revista erótica, llamó su atención”. La función de Ismael era la de redactor fantasma, es decir, escribir pequeñas columnas de no más de 500 palabras firmando como si fuera una actriz porno y contando lo increíble que era trabajar de esto. “La estrategia era colgar en los medios y en la mente de la gente dos ideas: por un lado, la de lo sexualmente rompedor y del fin de los tabúes y, por el otro, que el porno era una industria limpia y representaba la alternativa a la precariedad laboral juvenil que había en España en ese momento”, relata.


Así fue cómo Ismael fue avanzando en los distintos escalones de la industria, ganando la confianza de las productoras y accediendo a niveles cada vez más altos. En este proceso llegó a presenciar castings y rodajes con el objetivo de hacer crónicas periodísticas. “Ahí es donde cambió mi perspectiva”, asegura. “Cuando yo entro a los castings, empiezo a tener contacto directo con más gente y descubro que la industria pornográfica mainstream está vinculada a la prostitución y que hay un negocio ahí”. Ismael explica que las páginas gratuitas “reventaron” el porno por dentro porque bajaron los precios de todo lo que se paga para grabar una escena: “Si ahora entraras a grabar pornografía, se les pagaría menos ahora que en los 90”. Con esta transformación en la cantidad de ganancias la industria se ha convertido, en muchos casos, en un escaparate para subir el precio de la actriz porno como prostituta. “La pornografía solo es un medio para hacerse famosa”, explica.


Como comenta Amelia Tiganus, sobreviviente de trata en España y fundadora de feminicidio.net, “el proxenetismo se ha convertido en una industria que no tiene fronteras, que mueve la economía de países” y la pornografía se transformó en el principal fabricante de puteros (consumidores de prostitución), aquellos que “sostienen económicamente esta gran industria y, así como se fabrican putas a través del empobrecimiento de las mujeres y de la violencia sexual (…), también hay un interés en fabricar consumidores”.


El vínculo es tan grande que las productoras están completamente involucradas: “Descubro que el productor que trabajaba para una de las productoras más importantes de España se llevaba una comisión por establecer contactos”. Ismael trata de no mencionar a los involucrados en estos negocios, principalmente por su seguridad personal.


Lo más difícil para Ismael fue comprender que desde el día en que hizo esa entrevista para su revista estudiantil, estaba promoviendo un negocio lleno de violencias. “Lo que yo hice sin darme cuenta fue lavarle la cara a la industria: presentar trabajar en el porno como algo espectacular y rompedor de los moldes sociales, cosa que no era cierta”, explica. “Había un negocio paralelo dentro de la industria pornográfica que yo vendía como algo completamente distinto a la prostitución”.


Además de este vínculo directo, el tema económico era fundamental en los castings y rodajes. Su libro Escúpelo, sobre la industria pornográfica en España, se basa en su experiencia a la hora de cubrir un casting porno en Mallorca. “Ellos buscaban que yo fuera el cronista, no tanto desde mi visión propia sino desde la visión de supuestas mujeres. Y yo escribía eso: lo bien que me la estaba pasando como actriz porno. Era extraño”, relata. Lo más irónico de este discurso era que venía acompañado de la idea de “dinero fácil” para las mujeres cuando en realidad “este negocio está en manos masculinas”.


A la par que Ismael escribía, una economía interna se movía en esa producción: “Yo me acuerdo, por ejemplo, que todo el dinero que salió de ese período de tiempo estaba guardado en un bolso que había debajo de una cama, lleno de billetes… era como una película”.


Allí fue gente de todo el mundo, hombres y mujeres. Y en las filmaciones fue cuando la violencia física se comenzó a notar: “Cuando lo vi, me di cuenta que estaba ocultando la violencia que había dentro. Se las trataba de una forma horrible”, comenta. Ismael cuenta que cuando había violencia en la grabación, las mujeres usaban una expresión común: “pasar por el aro”, es decir, aguantarse. “Ellas habían aprendido a aguantar el dolor, pero llegó un punto en que algunos hombres superaban los límites. Entonces, cuando ellas protestaban y se paraba la grabación, todo eso desaparecía del montaje”. Es decir, la violencia nunca queda registrada en cámara.


El conflicto no está solo en lo laboral sino también en los consumidores. El psicoterapeuta Peter Szil explica que “quien haya tenido a la pornografía como fuente de información sobre lo que es bueno para las mujeres, no va a desistir ni ante las llamadas de auxilio de la víctima, por muy reales que esas sean, ya que la pornografía le ha confirmado definitivamente, por si no se hubiera enterado ya con anterioridad, que las mujeres piensan ‘sí’ incluso cuando dicen ‘no’”.


La industria muestra una gran cantidad de prácticas de alto riesgo, desde sexo anal o vaginal sin preservativo entre dos o más personas hasta representaciones de violaciones. Como se argumenta en el estudio “Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales”, hay una “presencia de violencia abierta: estrangulamiento, golpes fuertes en diversas partes del cuerpo y otras modalidades de violencia que se han popularizado”.


Habiendo presenciado estas agresiones fue que Ismael comenzó a preguntarse, ¿saben las mujeres que necesitan entrar en la industria por razones económicas que se van a encontrar con esto?. Y la pregunta que para él era la más importante: ¿Saben lo difícil que es denunciar una agresión sexual aquí dentro?


Primero, se debe analizar qué tipo de promociones se encuentran a la hora de entrar a este ámbito. Actualmente, cuenta Ismael, el número de mujeres jóvenes universitarias está en aumento. “Imaginen que están acabando la carrera y se meten a buscar trabajo, y ven que en todas partes los trabajos son precarios. En eso, se encuentran con una entrevista de una chica de su edad que está cobrando 500 euros por trabajar media hora y encima se lo está pasando bien. Eso es absolutamente mentira, pero la gente se lo cree igual”.


Ismael ha recolectado en su libro una gran cantidad de testimonios de mujeres que sufrieron violencias en la industria, y por eso es que su palabra es tan importante: “Muchas mujeres probaron, tuvieron una experiencia horrible y ahora no pueden denunciar agresiones sexuales porque no había contrato y, si lo había, era confuso y jugaba a favor del productor”. Los contratos establecen que los derechos de imagen son de los productores, por ende, ellas no pueden retirar su imagen de Internet, imágenes que quedan alojadas en Pornhub y otros lugares de streaming pornográfico.


Las anécdotas parecen ser eternas. Los casos abundan, entre ellos, el de una mujer de 20 años entrevistada por Ismael. “Ella entró a grabar voluntariamente en una productora especializada en BDSM”, cuenta. Estas son las siglas de Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo, un conjunto de prácticas eróticas libremente consensuadas. Aún así, en este caso no lo fueron: “Ella fue agredida sexualmente y cuando fue a denunciar la productora a la policía, los discos duros habían fallado. Por ende, no había pruebas. ¿Cómo demuestras una violación así?”.


A este caso se suma el de otra mujer entrevistada, donde le habían ofrecido 600 euros, dinero que ayudaría a pagar una deuda familiar, por un video donde su nombre y cara se mantendrían en el anonimato. Pero las condiciones no se cumplieron. “Ella asegura que fue drogada y violada en ese video y, sin embargo, estaba subido a Internet”, explica Ismael. Cuando ella se acercó al productor diciendo que iba a demandarlo por agresión sexual, su respuesta fue una amenaza: “Le dijo que ella había firmado un contrato y él tenía sus derechos de imagen, entonces si le tocaba las narices, él cambiaría el título del video y pondría su nombre real”. Esto no sólo iba en contra del arreglo, sino que además dificultaba la vida de esta mujer en sus relaciones personales y a la hora de conseguir trabajo debido al gran estigma social que hay sobre la pornografía.


Los contratos en la pornografía son engañosos y nunca dejan en claro las condiciones. “Conozco 5 mujeres distintas que ni siquiera sabían con quién iban a grabar. Sabían que les iban a pagar por una escena pero no sabían ni siquiera con quién la iban a hacer. Llegaba a ese nivel de desconocimiento”, señala Ismael.


Más casos se suman en relación al uso de drogas. Ismael cuenta que entrevistó a una mujer que no aceptó consumir drogas que “la soltaran” durante la grabación y eso trajo problemas: “Si se negaba, no hacía la escena y no le pagaban. Esto fue denunciado a la policía”. Aún así, no todas quieren enfrentar esto. Otra mujer, entrevistada bajo el seudónimo de Sabrina, ingresó al porno por necesidad económica y cuenta cómo consumió drogas que la llevaron a realizar prácticas que nunca habría hecho sin sus efectos, al punto tal que no se reconocía a sí misma en las filmaciones. Esto es lo que se define como sumisión química, algo que Ismael menciona en sus artículos y consiste en la administración de una o más sustancias que anulan la voluntad de una persona. Lo mismo le ocurrió a Laura: grabó su primer video bajo el efecto de una sustancia que nunca pudo identificar.


Muchas veces esta irresponsabilidad lleva a graves problemas: “A una chica que entrevisté la productora le dio drogas antes de grabar. Ella no sabía qué había tomado y de repente empezó a tener temblores y síntomas de una sobredosis, corriendo el riesgo de morir. En vez de ir al hospital, la dejaron en un sofá a ver qué pasaba. Nunca hubo consecuencias legales para la productora”.


Más allá de los abusos y las amenazas, a esta violencia se suma la desprotección de las actrices y actores porno. Ismael explica que la práctica estándar es no utilizar preservativo y que no hay prevenciones a la hora de hablar de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS). Sobre esto último, una de las formas más comunes en las que se generan infecciones se realiza durante grabaciones donde aparece la menstruación femenina: el método consiste en meterse una esponja, a veces especial, para parar la sangre. “En el caso que yo vi, cuando vino la regla bloquearon la sangre como se pudiera para seguir grabando”, señala Ismael.


Respecto a las enfermedades de transmisión sexual, parece que los análisis de sangre para comprobarlas no existieran. En este sentido, Peter Szil comenta que en un video pornográfico “seguir las instrucciones que se encuentran en los envoltorios de los preservativos (desenrollar el condón cuidadosamente sobre el pene erecto antes de cualquier contacto con la pareja) empeoraría el cronometraje y sería superfluo”. Los fenómenos como el HIV y demás ITS son invisibilizados o convertidos en elementos de morbo, y las mujeres son presentadas como receptoras activas de semen, ignorando el riesgo de embarazo.


“El año pasado estuve haciendo reportajes para el diario El Confidencial, donde hablábamos de los salones eróticos, de eventos y ferias pornográficas donde se hacía sexo en vivo y nadie tenía tests”, cuenta, y agrega: “Nadie sabía si se habían hecho análisis en los últimos meses. No hay control”.


Un caso ejemplar es el de Nacho Vidal, un personaje famoso de la industria, del que se empezó a rumorear que tenía HIV. Tener HIV no es un problema, ni se debe estigmatizar su posesión. El conflicto surge porque, durante los meses anteriores, Vidal había tenido relaciones sexuales sin preservativo durante varias producciones con distintas personas que no habían sido notificadas de esto. “Imagínate que todos los que habían grabado con él ahora no sabían si lo tenían, y gente que tenía que grabar con esas personas, tenía que interactuar sexualmente con ellos sin tener la certeza de si tenía HIV o no”, subraya Ismael.


En estos casos, la industria no toma ningún tipo de responsabilidad: “Si eres actriz porno y de repente te das cuenta que has cogido una ITS, la industria puede decirte que la has cogido en una discoteca y que es culpa tuya”.


La industria no se hace responsable, aumentando la vulnerabilidad de sus protagonistas al máximo. “Le estamos dando ingresos a las empresas más herméticas y que más abusan”, reclama Ismael. Esto es muy difícil de parar debido a la imposibilidad de generar consciencia de los efectos de la pornografía en sus principales consumidores: los varones. “Cuando se habla de los hombres que consumen pornografía, el problema es que se sienten atacados”, explica, y agrega: “Es un hecho objetivo que muchos de estos videos contienen violencia. Por algún motivo la sociedad se cree que esto tiene que ver con la moral, con la ética, y es que es algo muchísimo más sencillo… pues simplemente es violencia”.


Pero las estrategias de la industria para captar consumidores es más poderosa que estos intentos. Empresas de este ámbito, como Pornhub, están muy atentas a su público y los horarios de sus visitantes, generando cada vez más movidas de publicidad para atraerlos, como hicieron recientemente al liberar su contenido pago de forma gratuita en varios países por la pandemia mundial de COVID-19. “Ahora el público está a todas horas en casa. Es el mejor momento objetivamente para anunciar pornografía, porque se aburren”, explica y agrega: “lo que están haciendo es introducir, igual que ya no podríamos vivir sin Netflix o Spotify, a Pornhub en los hábitos de los usuarios. No todos se van a suscribir, pero a lo mejor algunos lo hacen cuando pase la cuarentena”. No hay nadie hoy parando estas movidas, debido al poder que tienen estas estrategias de marketing.


El director ejecutivo de la organización estadounidense Fight The New Drug explica que “no todo el mundo que tiene problemas con el porno es un adicto, pero hay contextos en los que la adicción a la pornografía es real”. A su vez, la organización española Dale Una Vuelta, que lucha contra el consumo perjudicial de pornografía, asegura que “a lo largo de la semana nos escriben pidiendo ayuda una media de 10 personas. La gran mayoría lleva 10, 15 y hasta 20 años consumiendo porno con regularidad, hasta que hartos y desesperados buscan ayuda. Explican cómo han fracasado como profesionales, padres, como parejas y como personas por culpa de la pornografía”. Ambas organizaciones brindan ayuda y soporte psicológico a personas que desean dejar de consumir pornografía pero no logran hacerlo, y explican que en la vida real existe la adicción, pero la psiquiatría y la psicología no llegan a un acuerdo.


Sabiendo de las poderosas estrategias de marketing para captar consumidores, Ismael pregunta: “¿Queremos dejar nuestra sexualidad en manos del libre mercado y el neoliberalismo más crudo? Si es así, vamos a enseñar a nuestros jóvenes que todo puede comprarse y a nuestras jóvenes que todo puede venderse”. En este sentido, Szil asegura que la pornografía se está infiltrando cada vez más tanto en el espacio público como privado, provocando que sus consumidores reproduzcan esos comportamientos y prácticas en sus relaciones cotidianas con mujeres, “obligando a ellas a competir con actrices porno y prostitutas en la aceptación e integración de tales comportamientos y prácticas en su vida sexual”.


El truco es convencer al consumidor, que cambia todo el tiempo, de que lo que está viendo es aceptable. “El perfil del consumidor ha cambiado, entonces ya no es el típico hombre. Tenemos jóvenes que están más concienciados, entonces ya no se lo creen. Son jóvenes que ya no van a consumir una pornografía orgullosamente violenta. Entonces siguen estando las mismas personas que antes, pero cambian un poco el discurso”.


Así, personas como ese Ismael de 21 años, en la inocencia y la necesidad de un trabajo, ingresan contratados para escribir en nombre de las actrices porno a hablar de empoderamiento o feminismo. “En el caso de los hombres, les interesa ganar consumidores, y en el caso de las mujeres les interesa conseguir gente que grabe, porque hay poca oferta. Entonces cambias el discurso: para las mujeres es dinero fácil y abundante, donde se trabaja poco y, además, vas a ser una superestrella”. Bajo estos poderíos y entramados tan profundos es que la industria pornográfica es hoy uno de los gigantes más poderosos del Internet. Y así, también, personas como Ismael tienen que salir a denunciarlo.

Kommentarer


© 2020 por REVOLUCIÓN REDACTADA. Creado con Wix.com

  • Instagram - Negro Círculo
  • b-facebook
  • Twitter Round
bottom of page